Reconozco al árbol pálido
entre todo el ruido verde,
en la plenitud de noviembre frondoso.
Árbol
que
es
más
un
palo
seco
que
adiestra
infantes,
imitando al sol congelado en lienzos,
breve ensimismado;
a sus hojas les da palabras,
las cinco últimas, como símil,
conjuntas, verdaderas locuaces,
susurraban -pero queriendo gritar-
en los oídos del v i e n t o:
que se joda la poesía.
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