Autor: uma_wp

  • La consciencia finita

    Nuestro paso es un suspiro en el universo. Somos casi insignificantes, pero significamos algo. Pasamos por el cosmos, movemos algunas partículas. La vida ( o lo que llamamos vida), es un  misterio y aquí estamos. En todo caso, creemos que estamos y somos. Dicen que la vida es tan pequeña, corta e irrepetible pero es realmente eterna.

    La vida es un tránsito hacia la transformación.  Morimos como nos conocemos y nos hacemos otra cosa en el universo. Es decir, solo una vez somos así  –como ahora que tú lees esto que yo escribo– conscientes de lo que nos rodea. Entonces, esto que llamamos vida, este trance al que llamamos vida humana, que es corto y efímero, es en realidad un estado temporal de consciencia. Y esto último es lo que es corto, pero no la vida.

    Solo existe la vida y la transformación (que mal llamamos muerte). La carne se transforma, y esta consciencia, este lenguaje en el cerebro, se desvanecen.  No existe la muerte, solo es un cambio. El cambio de la materia que va de una forma a otra.

    Como materia somos eternos. La consciencia es lo que tiene un principio y un final. Es a ella a la que nos aferramos. Es tan irrepetible la materia que solo en este instante —ahora– somos esto.

    ¿No es a caso interesante reflexionar sobre lo que somos como individuos? ¿Que todas esas células que nos componen (y son materia), se mantengan unidas formando esta unidad de sistemas al que llamamos ser vivo? Y este ser vivo, a la vez, se une con otros formando otras unidades.

    Compartimos con los animales la percepción sensorial. Por eso sabemos, o creemos, que están vivos. Por eso algunos se olvidan de que las plantas o los hongos también son otras formas de vida. Pero ellos no tienen un lenguaje, ni hacen el relato de lo que son.

    ¿Y los metales y las piedras? No te confundas, están ahí porque antes sirvieron en la fórmula que dio origen a este escenario, a todas las formas de vida a las que hemos nombrado.

    Sin embargo, somos esto que somos una vez. La diferencia con el resto de cosas del universo es la consciencia de que estamos aquí. Siempre estaremos, transformados otras formas. Pero solo seremos una vez:

    La materia es vida eterna,  es infinita. El ser, en cambio, es solo una vez: Yo es finito.

  • Conducción de autor

    Sentado en el asiento trasero del coche observo cómo el parabrisas enmarca una especie de toma, como si se tratara de una cámara cinematográfica. La imagen está en movimiento y se crea la sensación de que el coche engulle las líneas discontinuas. El coche se mueve fluctuando entre los 100 y 140km/h. La conductora, en este casi, siguiendo la metáfora de la cámara,  es la directora de esta película.

    Conducir podría ser un medio de expresión si lo vemos desde esa perspectiva. Podemos hacer el mismo tramo con diferentes conductores y, desde luego, sentados en el asiento trasero, como espectadores, veremos que no es lo mismo. Hay una perspectiva, un punto de vista, una autoría al conducir.

    No todas las personas que conducen van exactamente por el mismo carril. Y dentro del carril, algunas van más pegadas a la línea de la derecha, otras van simétricamente al centro y otras pegadas a la línea de la izquierda (esto por proponer tres posiciones básicas). Hay quienes van cambiando de una a otra posición sobre la marcha. Y luego por algún motivo cambian de carril, aumentan la velocidad o la disminuyen. Todo desde su perspectiva, todo desde su autoría.

    Esto hace que, sentado en el asiento trasero, siempre veas un película diferente. Es decir, la conducción siempre es de autor.

    No olvidemos las emociones y sensaciones. Ventana abierta, cerrada; calefacción, aire acondicionado (y sus interminables temperaturas graduables). Con la radio, con un CD o por intenet. Música. ¿Qué música? De noche, de día. En invierno, verano. Llueve, nieva.

    Además la conductora, por momentos me hace sentir, al coger la curvas, que vamos a estrellarnos y dar vueltas de campana. Es de noche y el coche a veces parpadea. Los faros dejan de iluminar lo que sigue y me aterra.
    La velocidad máxima dice 100, pero vamos a 145km/h. Involuntaria e imaginariamente estiro el pie derecho como si estaría yo frenando. Realmente la conducción de autor genera emociones igual que el arte. Solo que si es del género de terror, puede que realmente sea tu hora final.

  • La tres erres

    1. Recordar.- Recordar es mirar el pasado. El pasado es un lugar donde ocurrieron los hechos que nos han traído aquí y ahora mismo. Es importante para nosotras echarle un vistazo a ese pasado y hacer una re lectura de la historia desde esa voz que no ha podido contarla: nuestra voz. Recordar, sin embargo, no puede ni debe ser una cuna de odios y resentimientos. Nosotras tenemos la tarea de investigar ese otro lado de la historia. Ya que lo que nos vienen contando desde el sistema educativo occidental impuesto, y nunca rechazado por los Estados después de las endebles declaraciones de independencia de América Latina, es la versión de quien cree que llevó civilización a un mundo salvaje; educación a ignorantes; luz a la oscuridad. Tenemos que recordar desde nuestro lado de la historia, desde nuestra versión, porque en ella se encuentran los rellenos de esos vacíos o huecos que muchas sentimos respecto a nuestra identidad, sobre lo que somos y no somos. No solo recordar que hubo una vez un hombre blanco invadiendo, saqueando, violando; sino recordar más atrás, cuando éramos originalmente nosotras y éramos dignas de ser quienes somos, sin un opresor. Y esto me lleva al siguiente punto.
     
    2. Reconstruir.– Tras el paso de occidente por varios países del mundo, con la biblia en una mano y el látigo en la otra, como decía, nos obligaron a no ser quien somos. E incluso nos obligaron a olvidarlo-aceptarlo: “Porque ya pasó”. Sin embargo, si lo dejáramos ahí, solo nos ha quedaría una identidad destruida. Una identidad cortada e infravalorada. Una identidad con huecos, con vacíos. Un miedo a ser nosotras. En ese sentido, lo que nos toca es reconstruir mirando ese pasado. Reconstruir nuestra identidad. Esta tarea es de nosotras hacia adentro, re edificar otra vez nuestro valores, creencias y símbolos. Para que esos vacíos que se manifiestan en miedos; esos vacíos que se manifiestan –muchas veces– en el rechazo a uno mismo; en una baja autoestima colectiva, es decir en la desprotección, podamos llenarlos, transformarlos en un verdadero sentimiento de pertenencia y protección. Y aquí llegaremos al siguiente punto.
     
    3. Reinventar-. Es la tarea hacia afuera. Hacia el otro. Debido a que el Otro maneja unos significados y referencias en relación a la identidad. En nuestro caso, lo que percibe el Otro, son unos significados y símbolos de algo que, en realidad, no somos. Esto está estrechamente relacionado con la relevancia y los fines de la Asociación Cultural Abya Yala. Para reinventar estos significados que tiene del Otro nuestra vía de transformación es el arte en todas sus formas. El arte como puente pedagógico y de reivindicación. Mostrar la perspectiva de nuestra verdadera identidad. El arte como instrumento de sensibilización, visibilización y lucha contra el estigma. Ahora, esto no se trata únicamente de invitar a la gente los recitales para que, desde un rol pasivo, nos escuchen y aplaudan, sino también abrir el espacio, a través de talleres de sensibilización, para que muchas de nosotras hagamos también el trabajo de reinvención dentro de nuestro círculo más cercano. Reinventar el significado de lo que realmente somos.
     
    Conclusión: Como pueden ver los tres puntos se manejan de una manera, digamos, holística. Porque para llegar a esta resignificación de la identidad, que es una percepción tanto interna, es decir una mirada interior hacia nosotras mismas, y a la vez externa, es decir en relación con el otro y su percepción de lo que somos, estamos haciendo los tres pilares: recordando, reconstruyendo y reinventado, todo, al mismo tiempo. Cada una de ella es un engranaje de interdependencia. Ninguna funciona sin la otra.
  • “Hijo de puta”

    Ser un hijo de puta es igual que ser un hijo de obrero mal pagado.

    Un “hijo de puta” —según el DRAE– es una mala persona. Es decir, si te crió una puta se asume que eres malo porque ser puta está mal. ¿Por qué está mal ser puta?

    “Puta” es una forma vulgar para decir “prostituta”. Una prostituta —DRAE–es una mujer que tiene relaciones sexuales a cambio de dinero.

    Históricamente, la mayoría de clientes de la prostitución han sido hombres buscando mujeres. En la edad media los curas consideraban inmorales a quienes la ejercían. Sin embargo se permitía porque se evitaba así que hombres incapaces de controlar sus aptetitos no “mellaran” el honor de las damas.

    Desde entonces la sociedad sigue manteniendo un concepto peyorativo a las mujeres que la ejercen y una también peyorativa connotación de la palabra puta (prostituta, cortesana, etc). Es decir, para la sociedad está mal que una mujer sea puta. Sin embargo, no se dice nada de los hombres que contratan a las putas. Sobre eso solo hay silencio.

    Entonces la palabra puta, que tanto pronuncia un montón de gente para insultar y denigrar, no existiría si no hubieran tantos putañeros. Hombres que no pueden controlar sus apetitos y que, claramente, cosifican a la mujer. Ciertamente, en algunos países nórdicos —Wikipedia— se considera la prostitución una forma de violencia contra la mujer, por lo que se les considera víctimas de explotación y a los clientes explotadores.

    Por lo tanto, “hijo de puta” no debería ser un insulto, sino solo una descripción de la situación violenta. Mientras que “hijo de putañero” sí que debería considerarse un verdadero insulto y una forma de denigrar. Pero claro, como la mayoría de nosotros somos hijos de putañeros, ni nos ofende. Sociedad de mierda.

  • Perro flaco

    Todo esto ocurre en Lima.

    Eran los días de la marcha contra la ‘Ley Pulpin’.   El punto de encuentro era la plaza San Martín.

    Esa tarde, antes de ir a la marcha, bebíamos con Alberto unas cervezas en el Bar Don Lucho. Ahí discutimos las probabilidades  que tenía Patricio  —el protagonista de un cortometraje– de cruzarse con el poeta limeño Domingo de Ramos en una cantina del Centro de Lima, justo cuando observa  sigiloso a una mujer, a quien le recita unos versos de ese poeta, aunque ella no lo escucha. Es un personaje obsesivo, asesinado por esa mujer, cuyas acciones fortuitas determinan la muerte del tipo, un efecto movilizado por causas ajenas a las que aparentenente lo causarían.

    Horas después, en medio del tumulto de la marcha nos perdimos de vista. Al día siguiente volvimos a quedar en la esquina del jirón Quilca con Cailloma para luego ir a Don Lucho.

    Mientras le esperaba, pasaba un tipo con un perro robusto. El perro iba contento, tenía buen pelaje y se le veía bien alimentado. Aunque andaba encadenado.

    En contraste, por el mismo jirón pasaba un perro callejero, sucio, se le marcaban las costillas, caminaba asustado. Aunque nada le encadenaba.

    ¿Qué es la libertad? —me pregunté-. ¿Quién de esos dos es más libre?

    ¿Somos libres? Si estamos encadenados a un sistema económico que nos explota, que solo nos ve como fuerza bruta. Unos políticos que nos pretendían regalar a las empresas con aquella ley contra la que reclamábamos en la marcha del día anterior.

    Mientras el callejero caminaba y se iba convirtiendo en un punto negro a la distancia pensé: “Ese perro es más libre que nosotros”.

    Y empecé a escribir lo que luego sería esta canción. En este vídeo está la letra y la canción, si continúas bajando encontrarás la letra escrita en estrofas.

    [youtube https://www.youtube.com/watch?v=j_iEnVSwFGE&w=800&h=422]

    He mirado muchos perros flacos
    que sin amo pasan por el mundo.
    Su mirada es como la suerte
    del sonido que se pierde al viento.

    Y suena adentro…

    El hambre marcada en las costillas,
    en el rumbo patas y el destino.
    Sin hogar, sin dependencia alguna
    es lo que ha pagado por ser libre.

    Y llega lejos…

    Suelta las cadenas y el adiestramiento
    como el perro flaco de ladrido verde.

    Deja que el frío pase por tu cuerpo,
    que la libertad te marque bien la muerte

    Piensa que no has elegido quién ser,
    y fuiste un solohombre y pensamiento breve.

    Un solo hombre y pensamiento breve,
    un perro flaco de ladrido verde.

  • Tú no eres mi amiga

    Todo esto ocurre en Lima, en Huancayo, en la Imaginación y será breve.

    —Los demás sospechaban que entre nosotros sucedía algo –dijo él y prosiguió-. Pero nada se llegó a confirmar. A veces a dos personas les gusta pasar el tiempo juntas, sin ser necesario que tengan una relación romántica.
    —Sí, pero todos sospechaban que entre ustedes pasaba algo. Y no negarás que algo sí pasó –le respondí.
    —Ella iba a casa todos los días; tomábamos café, fumábamos cigarros, conversábamos de la vida. Había paz, había camaradería, Cristian, había algo más que no se mencionaba, pero estaba. Creo que podría escribí una canción…
    —Sí me cuentas más, pues, seguro que sí podrías. Ahora mismo no sé cómo sería esta canción
    —Sería una canción de un amor tácito nunca declarado–dijo, sentado en el sofa viejo del salón, botando la ceniza del cigarro, dándole golpes con el dedo-. Es que… te contaré: Hubo un tiempo que fue hermoso cuando la vida ocurría como en una pintura de pasteles. Vivíamos pensando que en un futuro se daría ese momento ‘mágico’ cuando ocurriría lo que nunca ocurrió, o sea que fuéramos algo más que amigos. Sabía yo que ella me quería y ella también. Me gustaba hasta su olor, pero no me atrevía a decírselo. Además que todos nuestros amigos eran los mismo y no queríamos dividir el grupo, por eso quizá seguíamos como seguíamos. Espera, ¿quieres un café?
    —Bueno, sí, por qué no…
    —Pondré agua –se va hasta la cocina y llena la tetera. Al regreso enciende otro cigarrilo-. Bueno, te sigo contando. Igual la gente ya asumía que teníamos un romance a escondidas y no. Pero la verdad, nos gustaba que creyeran eso en parte, porque sí nos veíamos a escondidas, pero no había ningun romance escondido, era porque nos gustaba estar ahí juntos, pero solos, antes de que los chicos vengan acá a la casa, como todas las tardes. Siempre que llegaba Antonio o Rolando ella ya estaba aquí y les decía “acabo de llegar hace cinco minutos”. Antonio no me creía nada
    —Ni yo, ni Alejandra, ni nadie. Algo les pasaba, y lo normal sería pensar que salían a escondidas.
    —No te ha pasado que tienes esa amiga… pero que no es tu amiga, que más parece tu novia. Pero nunca se lo dijiste, dejando que las cosas fueran como estaban y tú sabes que ella no es tu amiga, y ella sabe que tú no eres su amigo, me refiero a ‘solo amigos’.
    —Que bonita esa sensación de la complicidad ¿no, man? Alguna vez también me pasó lo mismo y nunca se lo dije, ¿tú se lo llegaste a decir?
    —Sí, lo hice: “no hay por qué esconderlo más”
    —¿Y ella qué te ha dicho?
    —Qué ya no soy su amigo…
    —Hagamos esa canción por esa no-amiga!

    En este vídeo está la letra y la canción, si continúas bajando encontrarás solo la letra escrita en estrofas.

    [youtube https://www.youtube.com/watch?v=LatpohyN1x4&w=800&h=422]

    Tú no eres mi amiga,
    tú no eres mi amiga.

    Todos se preguntan
    qué es lo que hacemos
    cuando estamos juntos
    y nos escondemos.

    Cuando estuve enfermo
    vino tu visita
    comiendo mandarinas
    en el sofá viejo.

    Tú no eres mi amiga,
    tú no eres mi amiga.

    Y juntos es juego,
    pura fantasía.
    Y nos conocemos
    de toda la vida.

    Somos complemento,
    somos armonía.
    Tú eres melodía
    en mi ritmo viejo.

    Tú eres La.
    Y yo soy Do.
    Tú eres La
    y yo soy Do.
    Y juntos somos…
    somo La menor.

    Tú no eres mi amiga (x4)

    Tú no eres mi amiga,
    no hay por qué esconderlo.
    Tú no eres mi amiga,
    y es lo sabemos
    Tú no eres…
    y eso lo sabemos.
    No hay por qué esconderlo
    más…

  • La raíz de menos uno

    Todo esto ocurre en Lima.

    Al terminar de cantar en una feria de libros, se acercó el poeta Efraín Altamirano —tipo mediano, lentes antiguos y chivera- diciendo que había otra presentación en el Centro de Lima. Era una movilización social en contra de una obra polémica (y mal hecha) construida por el alcalde de Lima, Lucho Castañeda.

    Acepté, siempre comprometido con las causas que considero justas.

    Días después, el poeta escribió un mensaje contándome que todos los jueves hacían recitales de poesía en el Keko Bar de Barranco. Aunque no me invitaba a participar como cantor, estando ahí con la guitarra, finalmente, toqué un par de canciones. Esa noche conocí a otros personajes de la poesía: Pamela Pasapera y Mario Bendezú.

    Marquito (diminutivo de Marco) era el tipo de la barra que traía las cervezas a la mesa. No sé si era el dueño.
    Una hora después tomábamos cervezas a puertas cerradas, conversando entre todos sobre la poesía, el arte y lo imposible. Efráin comentó que era ingeniero civil
    —Un ingeniero poeta –le dije impresionado.

    Llegado un momento, el poeta ingeniero comenzó a hablar sobre cómo los Números Complejos expanden el conjunto de Número Reales.
    —¿Cual es la raíz de menos uno? –me preguntó. Pensé unos segundos callado pensando…

    √–1= ?

    Para intentar resolver esta operación descompongo el –1. Es decir:

    –1= 1 * –1

    Antes de decir mi respuesta,  el poeta ingeniero continuó explicando-. De esa respuesta, hay un Número Real y otro que pertenece a los Números imaginarios.

    Entonces sigo resolviendo:

    √–1= √1 * –1
    =√1 * -1
    =√1 * √-1
    =1*√-1

    Y así, si continuáramos entraríamos aun bucle infinito de operaciones donde siempre nos quedara un número real multiplicado por

    √–1

    Esa es la constante imaginaria simbolizada por  

    i= √-1

    Lo Número Complejos —explicaba– se originan al intentar hallar la raíz cuadrada de cualquier número real negativo. Otro ejemplo:

    √-25
    = √ (25) (-1)
    = 5 * √-1 

    Quedé fascinado con esa explicación. Luego se terminaron las cervezas, salimos del bar y nos despedimos. Pero yo me había quedado con algo que antes de despedirnos me dijo, que entre el cero y el uno, había una dimensión más dónde había un sin fin de posibilidades…

    No tardé mucho en notar que “la raíz de menos uno” era una frase octosílaba (de ocho sílabas). Llegué a casa y escribí esta canción sobre un número que me daba esperanza, que nos permitía imaginar lo que queramos.

    En este vídeo está la letra y la canción, si continúas bajando encontrarás solo la letra escrita en estrofas. Imagina lo que quieras!

    [youtube https://www.youtube.com/watch?v=7b4J1__HZ0Y&w=800&h=422]

    Todo puede ser posible
    imagina lo que quieras.
    Universos paralelos,
    posibilidades nuevas.

    Todo momento oportuno
    es posible en otra cuerda.
    La raíz de menos uno,
    nuestra dirección opuesta.

    Nuestra relación opuesta,
    imagina lo que quieras,
    imagina lo que quieras,
    imagina lo que quieras.

    Todo puede ser posible,
    imagina lo que quieras.

  • Cantar de Agapito

    Todo esto ocurre en Huancayo.

    Entrando por el camino empedrado de una casa, estaba el jardinero, un hombre viejo de baja estatura, algo encorvado,  terminando de cortar el pasto. Buenos días, joven –dijo
    Le contesté el saludo asintiendo con la cabeza y una sonrisa.
    —Tocas guitarra también –agregó intentando sonreír tímido.
    —Sí –le dije-. ¿Y quién también?
    El viejo se reía sin mover la boca tímidamente y respondió:
    —Yo también, pues, joven. Toco mis huaynos de vez en cuando.
    —Que bonito, señor. Cuando acabe lo suyo,  no sé si querrá tocar algunos, si no es mucho pedir –respondí.
    —Ya ahorita, justito, he terminado, joven, si quieres me esperas, lavo mis manos, no vaya ensuciarse tu guitarra –se fue por unos minutos hasta el caño del jardín.

    Esperando sentado en el camino de piedra, le veía venir secándose las manos con la ropa.  Se sentó conmigo. Tocaba la guitarra hermoso. Quizá no era un virtuoso, o un estudioso del folklore (¡él era el folklore mismo!). Pero sus manos gastadas, toscas, de uñas con bordes negros, esas que tienen los hombres que trabajan toda su vida,  pulsaban la guitarra con un cuidado solemne admirable transmitiendo lo indecible. Algo que te traslada a las alturas, al cerro lindo, a la nostalgia de una nación.

    —¿Desde cuándo es guitarrista? –le pregunté al termino del primer huaynito.
    —Siempre he tocado, desde joven, joven. Pero para mí gusto nomás.
    —¿Cuantos años tendrá usted, señor?
    —Uhhh… Ochenta y dos años, poco más –vuelve a reír tímidamente- ni recuerdo bien ya mi edad, joven…

    La casa era de Olaf Ríos, un amigo muy querido que suelo visitar siempre cuando voy a Huancayo. Ahí aquél buen señor embellecía las flores de su jardín.

    —Siempre ha sido jardinero, ya le he visto, ahí, tratar con cariño a las plantitas
    —Me gustan… arreglarlas, dejarlas hermosas. Paciencia hay que tener, joven. Antes mis chacras tenía, allá por arriba –señala al este en dirección al distrito de Cochas-, sembrábamos choclo, papas, cebolla, pero después ya no se pudo. Un dueño de nuestras tierras apareció con papeles y con todo se quedó, fui a quejar en las autoridades, pero nadie me escuchó, papeles me pedían y no tenía, joven –se aflige y afina la sexta cuerda tocándola con el dedo pulgar varias veces-. Hasta mi casa, todo, joven, se han quedado. Tuve que ir más arriba –señala al este de nuevo- pero arriba arriba, ya en el cerro, ahí hice mi casa, papeles tampoco tengo, pero ahí quién, pues, me va a botar si ahí nadie quiere ir.
    —¿Y nadie le ayudó? –pregunté-.
    —Nadie me ayudó, joven, a los pobres así no tratan. Pero no importa, a mí no me importa ya eso, joven, tranquilo vivo así como estoy, luego cuando uno se queja peor es. A mi edad vas darte cuenta que con poco se vive, joven, tomar lo que  se necesita. Muerto ya nada de lo que tengas sirve, ni guitarra ni tierras te llevas. Todo se queda, tranquilo por eso vivo yo.

    Nos quedamos unos minutos en silencio.
    —Bueno, joven, paso a retirarme, podrás entrar a la casa y llamar a la señora para que me pegan y retirarme.
    ——Señor, ¿cuál es su nombre? –le dije entrando a la casa
    —Agapito, me llamo. Agapito Chunga.

    En este vídeo está la letra y la canción, si continúas bajando encontrarás solo la letra escrita en estrofas.

    [youtube https://www.youtube.com/watch?v=CVORj1oyY1g&w=800&h=422]

    “Toma lo que necesitas y no tomes más
    Son las leyes de la vida, para qué acumular”.

    Agapito es un hombre del cerro,
    si ha traído guitarra es mejor.
    Sus dolores son más que sus sueños,
    sus sonrisa un gobierno extinguió.

    Para el hombre no existe un poema,
    porque andar el camino es mejor,
    y encontrarse a la naturaleza
    como madre que le covijó.

    “Toma lo que necesitas y no tomes más,
    son las leyes de la vida, para qué acumular.”

    Agapito y la tierra ahora lloran,
    con su caña acompaña el dolor.
    Los acumuladores insisten
    en llevarse lo que el cultivó.

    Para el hombre no existe un gobierno,
    los derechos son una ficción.
    Y acumulando cosas no sirve,
    si a la muerte te vas desnudo.

    !Los acumuladores están acabando,
    con los recursos del mar,
    con las ilusiones y el canto
    de los soñadores del campo,
    con seres humanos buscando equilibrio,
    con toda la vida y la paz.!

    Pero Agapito sabe
    que acumular cosas materiales no sirve de nada,
    la muerte nos lleva a todos,
    y todos nos vamos igual…

    Toma lo que necesitas y no tomes más
    son las leyes de la vida pa qué acumular…

    Para qué acumular
    si todos nos vamos igual?

    Para qué acumular, si todos nos vamos igual (x4)

  • Salta niña

    Todo esto ocurre en Lima.

    Terminé de tocar un par de canciones en un recital de poesía al que me invitó Mario Bendezú y salí del bar con Aejandra hacia la plaza de Barranco. Era sábado por la madrugada. Cerca de ahí, estaba un músico viajero, un guitarrista chileno a quien Alejandra conocía.

    Improvisamos por media hora, luego dejamos que siguiera trabajando (el hombre tocaba en la calle y pasaba el sombrero a quienes le escuchaban). Nos despedimos, hasta luego compañero, un abrazo y, con Alejandra, seguimos caminando hacia el malecón fumando unos cigarros.

    Sentados en una banca conversábamos, como siempre, de fantasías literarias o de cine. Alejandra contó que estaba terminando un guión cinematográfico por encargo.

    Una hora más tarde, seguíamos viendo el mar de madrugada y saqué la guitarra. Improvisaba una armonía cualquiera, tarareando una melodía cualquiera, pensaba…

    —Quiero escribir una canción sobre el miedo –le dije– pero quiero que sea una historia un poco más gráfica.
    —¿Qué es el miedo? –respondió Alejandra
    —No lo sé, es una forma de supervivencia. Aunque también podría ser una forma de conformismo.
    —O sea…
    —Imagina un niño que se sube a este murete –señalo el muerte del malecón– camino por el borde, se cae y se hace daño –recuesto la guitarra en la banca–. La próxima que pase por aquí tal vez no quiera volver a subirse. Va a tener miedo de caerse y eso le va a limitar…
    —Ya entiendo, pero puede que sí lo intente, Cristian. Se sube al muro, cae y se hace daño, pero luego vuelve a subirse. Alguien dirá “ese niño no aprende” pero quizá quiera intentarlo de nuevo…
    —¡Eso mismo! En la vida nos pasan cosas que nos dañan, pero si por esas experiencias del pasado nos limitamos a seguir viviendo, pues, ya no estamos viviendo –tomo la guitarra y vuelvo a ese acorde que hacía–. Entonces… la canción podría ser algo así como… “El niño sube a un muro…”
    —¿Por qué no una niña? –interrumpe Alejandra-. “La niña sube al muro…” –se pone de pie y literalmente se sube al muerte y empieza a darle vida a la escena. Alejandra es la niña.
    —Está bien, tienes razón, hablamos mucho de los hombres y nada de la mujeres, ahora sí: “La niña sube al muro…”

    Lo demás, las conclusiones sobre el miedo y la historias se cuenta en la canción.

    En este vídeo está la letra y la canción, si continúas bajando encontrarás solo la letra escrita en estrofas.

    [youtube https://www.youtube.com/watch?v=EGGMJzgi62g&w=800&h=422]

    La niña sube al muro,
    la niña sube sin pensar.
    Y dos pasos adelante,
    la niña cae sin mirar.

    Se ha raspado las rodillas,
    y ha sangrado con dolor.
    Y ha corrido hasta su casa,
    con un llanto encantador.

    “Tengo miedo, tengo miedo,
    tengo miedo de caer”
    Miedo… de caer.

    Y al pasar algunos días,
    cerca a casa el muro está.
    Sube niña, sube niña,
    sube niña una vez más.

    Y camina por el borde,
    camina sin temer.
    Y dos pasos adelante,
    has saltado sin caer.

    Salta niña, salta niña,
    has saltado sin saber
    que has vencido el miedo al miedo,
    y el miedo de caer.

    Salta niña, salta niña,
    no le temas al reloj,
    porque el tiempo es relativo,
    y relativo es el dolor.

    Salta niña, salta niña,
    no le temas a caer.
    Porque el miedo es relativo
    y relativo todo es.

    Porque el miedo es relativo
    y relativo todo es:
    Tengo miel, no tengo miedo.
    Tengo sol, no tengo miedo.
    Tengo paz, no tengo miedo.
    Tengo todo lo que quiero.
    Tengo too’ no tengo miedo.
    Quiero todo lo que tengo