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  • No es odio, es fragilidad

    Todo aporte es importante. No se puede despreciar a gente que quiera echar una mano y comprometerse.
    Sin embargo, creo que un evento como el 18D tendría que tener una perspectiva, desde lo institucional, que exprese en sí misma una perspectiva antiracista. Y en ese sentido, la coordinación de un evento sobre la migración tendría que ser principalmente dinamizada por las personas migradas.

    Sin duda, es verdad que juntas podemos llegar más lejos. Sin embargo, para estar juntas y llegar lejos, tenemos que aprender a estar juntas en diversidad. Es decir, ser conscientes de nuestros privilegios y a la vez trabajarnos nuestras propias violencias, empezando por asumirlas y no ponernos a la defensiva cuando una compañera racializada/migrada ejerce su derecho a expresar lo que siente y piensa en relación al racismo estructural que sufre a diario.
    El racismo estructural es la normalización de la estructuración de la sociedad —a nivel político, social, económico, etc– en jerarquías basadas en el color, origen y cultura, en las que ser una Persona Blanca siempre es estar en la cima de esas jerarquías.

    Por otro lado, no existe el racismo a la inversa. “Para que el racismo fuera al revés tendríamos que tener la situación contraria a la que se ha vivido por siglos: que la población blanca hubiera sido esclavizada, que no hubiera podido tener acceso a universidades, que se hubiera traficado con ellos y, además, que el PARADIGMA DE PERSONA fuera de personas no blancas y que los puestos de poder fueran ocupados siempre por personas no blancas”.
    Pero como sabemos los hechos son lo opuesto. Lo que sí existe es la discriminación positiva, que crea espacios NO MIXTOS, es decir, espacios seguros para las personas racializadas/migradas.

    Para poder unir fuerzas las compañeras y asociaciones blancas tienen que trabajar su propia blanquitud y con ello su fragilidad blanca. La fragilidad blanca es impedir que las personas racializadas expresen su diverso sentir frente al racismo estructural que les atraviesa directamente.
    Tenemos que aceptar que podemos ejercer de una u otra forma violencias contra otras personas. También entender que una actitud crítica y de rechazo a la blanquitud, no necesariamente viene del odio, sino de intentar romper —ya en la práctica– con esa estructura racista, ya que al no manifestarlo (porque se le impede, o porque se le condiciona) se estaría manteniendo el orden racial y la posición privilegiada de las personas e instituciones blancas en cualquier espacio.

    Hacer autocrítica blanca sería entonces: aceptar que las instituciones públicas han sido diseñadas sobre una estructura que reproduce de manera sistemática el racismo. Aceptar que por el solo hecho de ser blancas tienen privilegios en este sistema-estructura. Aceptar que al ser blancas ya ejercen una violencia contra las personas no blancas.
    Por tanto, estar preparades para las críticas y posiciones que hagan las personas No Blancas y migradas.
    Asumirlo, aceptarlo sin fragilidades y entonces apoyar en la lucha.

    Finalmente, aquí todas, todos, todes, tenemos que trabajarnos nuestro racismo. Porque incluso siendo personas racializadas/migradas aceptamos el racismo estructural y ejercemos violencias contra nosotras mismas y otras compañeras por nuestra mentalidad colonial.